No obstante había razones para que sintiera una gran alegría, pero no las conoció hasta después de un tiempo porque arrastrada por la furia no quiso detenerse.
-¿Quién eres?
-Yo
-Sí, pero ¿quién eres?
Pasa el tiempo y aún te recuerdo en ese puente del Morelotes, donde bailaban danzón las personas mayores, mientras nosotros sentados en el piso platicábamos sin palabras.
No te entendía, tenías tu propio lenguaje y esa manera de cuestionar donde ninguna respuesta te dejaba conforme y ahí me hiciste mi esa pregunta “¿Quién eres?”
Con el tiempo comprendí su complejidad.
Hoy no soy la persona a quien cuestionabas, pues contrario a lo creía descubrí que no soy estática, cambio, me moldeo, me renuevo. Descubrí que puedo comportarme de muchas maneras donde el valor o la cobardía pueden influir en mis decisiones y está bien.
Me sentía valiente, digna y llena de las cualidades de las buenas personas, me negaba miedosa, asustadiza o deprimida. Pero soy ambos lados; lo positivo y lo negativo, soy todo dentro de mí. Y no hay nada más empoderador que saber dejar el “deber actuar de tal manera” y comenzar a ser, sin buscar aprobaciones externas.
Aprendí a enfrentar el sentirme insuficiente y a dejar de buscar esas aprobaciones. Aprendí a ser consciente de mí, a reconocer mis sensaciones físicas y a respirar. Acepté el enojo, la tristeza en lugar de rechazarlos y ahora me siento una persona más real pasando del enojo a la tristeza, a la melancolía y a la felicidad porque yo siento. Dejé de engañarme con la búsqueda de la felicidad. Comencé a hablarme en primera persona en lugar de tercera persona. Comencé a hablar.
Con el tiempo los cambios en mí me han ido acercando a ser más yo, a entender mi lugar y mi presente. A ir en busca de mis sueños tomando acciones y cambiar mi mal hábito de dejar pasar el tiempo. Dejé de tenerle miedo a ese primer paso y he vuelto a llenarme la vida de proyectos, he ampliado mis gustos.
Extraño ver estrellas en el cielo, subir árboles, las largas caminatas y nadar en ríos. Hay cosas primitivas que no puedo negar, estar ante la majestuosidad de una montaña en medio del bosque y sentirme pequeña, esas sensaciones de humildad y respeto.
Raíces han comenzado a crecer en mi corazón y en mis pies, parecen indicar que encontré mi hogar. Encontré razones para que la alegría esté presente y quitándole algunas a mis enojos. Porque el de balance se trata de sentir.
Siempre agua, fluir.
Porque esa era su ciudad […] el portal del puerto era un arco abierto en la roca viva tallado por las aguas; donde la luz de las estrellas era clara y brillante.